martes, 15 de diciembre de 2009

Melisa y Lautaro en Cuba - Habana + Varadero + Cayo Largo


CUBA
Días: 15
Cantidad de Pax: 2 (Melisa y Lautaro)
Destinos: La Habana – Cayo Largo – Varadero
Aerolínea: COPA
Hs. Vuelo: 9 (7 hs a Panamá – 2hs a Cuba)
“De Alto Cedro voy para Marcané, luego a Cueto voy para Mayarí”
Ese verso, al principio sin sentido, será el primer verso que ha de escuchar a arribar a cualquier aeropuerto cubano y el último que ha de oír. Luego, después de una estadía por las tierras Martí, esa frase no sólo tendrá coherencia, sino que olor, gusto y cualquier sentido que se imagine, porque una vez que haya pisado Cuba, nunca más se la podrá sacar.
El vuelo
Partimos de Ezeiza en el último avión de la noche, con la aerolínea COPA. Por varias recomendaciones embalamos nuestras valijas antes de embarcamos. Yo hacía muchos años que no viajaba, misma razón por la cual no conocía las refacciones de Ezeiza y lo bonito que ha quedado.
El vuelo fue muy cómodo (para mi nunca un vuelo en avión va a ser placentero) y arribamos a Panamá, donde la empresa COPA tiene su sede. La encontramos sitiada por la Gripe A, todos tenían tapaboca. Pudimos recorrer el gran Free Shop, mucho electrodoméstico a precios más baratos que aquí. De hecho muchos pasajeros, pudimos oír, iban a hacer compras a Panamá –hay que saber que en el territorio panameño en una zona franca.
Luego de casi no esperar (30 minutos) nos embarcamos hacia el avión rumbo a Cuba y volando por todo el Caribe. Al ser de día, pudimos recorrer con la vista decenas de Islas. Las ansias de llegar se hacían más y más grandes. Por sobre todo al sobrevolar la isla de Jamaica y como la marea turquesa lame las orillas.
La Habana
Llegamos al aeropuerto José Martí y lo primero que oímos fue el verso de Chan Chan. El mismo estado de emergencia sanitaria nos recibió en CUBA, sin embargo el tránsito fue más liberado y en poco tiempo pudimos encontrarnos con nuestro guía en la isla. Contratamos Solsways, a quienes en Varadero les compramos una de las mejores excursiones que viví en mi vida. Ellos nos remitieron hasta el bus que nos llevaría hasta el hotel en la Marina Hemingway.
Es importante hacer el primer cambio de dinero en el Aeropuerto, dado que es un lugar oficial. Aunque en toda la isla no se ven lo que nosotros llamamos arbolitos, es siempre importante cambiar dinero en bancos o los hoteles, por cuestiones de seguridad. El valor de la moneda es igual a un EURO y su nombre es CUC.
Es difícil no pasar por La Habana y no imbuirse en la situación política que se vive allí. En otros destinos de la misma isla tal vez no se note, pero aquí la simbología de la revolución se encuentra en todas las paredes. Incluso la imagen del Che, que aquí se percibe puramente iconográfica y no representativa, en La Habana pareciera igual. Más en los 50 años de la revolución.
Como nosotros concertamos el hotel en la Marina Hemingway (dado que allí hay all inclusive) fuimos los últimos en ser dejados por el Bus. La Marina se encuentra a unos 15 minutos de la Ciudad Vieja. Al recorrer la calles de cuba en el bus, un día hábil y ya sobre el mediodía pudimos ver el movimiento de la capital. Muchas personas yendo y viniendo, los escolares con su uniforme, muchas personas comiendo en la calle. En La Habana, la vida pasa en las calles.
En el hotel fuimos muy bien recibidos (trasladados en carrito de golf) y ese día, decidimos quedarnos allí. Disfrutar de las comodidades, de la piscina, de los jugos de guayaba piña y dar una vuelta por la Marina (un embarcadero lleno de barcos con muchas banderas, salvo una). Una de las cualidades del hotel y tal vez una de sus virtudes, es que las habitaciones tienen balcones que dan a los embalses donde atoan los barcos. Así que se ven desde todas las habitaciones aguas caribeñas a menos de tres metros. En todas las tardes o noches uno puede ver la luna reflejándose en el caribe. Tomar mate respirando las sales del mar caribe pareciera algo fuera de contexto. Pero les juro, que lo podría hacer de por vida.
Al día siguiente fuimos al casco viejo, o ciudad vieja con el bus del hotel, un minibus que gratuitamente hace los traslados ida y vuelta, hasta el centro de la ciudad. El micro hace su parada a dos cuadras de la plaza central, a la vera de un parque con una feria de artesanías. Las artesanías que se venden allí, son las mismas que en todas las plazas artesanales de los poblados cubanos. Personalmente recomendamos el de Varadero, dado que es más grande y no hay tanto abarrotamiento de personas.
Si uno ha oído que en La Habana existe el mercado negro, que hay mucha presión sobre el turista y por momentos uno se siente por demás incómodo, ha oído bien. Nosotros hicimos oídos sordos sobre esos consejos y realmente en pocos metros nos vimos desbordados, incluso nos tornamos nerviosos ante tanta insistencia. Sin embargo si uno ya ha transitado la ciudad entiende sus modos, es muy seguro pero tampoco hay que confiarse y si usted es argentino no quiere ser molestado ni presionado, no diga de donde proviene. La verborrea de los comerciantes en particular y los cubanos en general es increíble y en cualquier momento uno se siente culpable e intenta comprarle cuanto pueda, o darle una ayuda (léase plata).
Por recomendaciones de unos parientes dimos una vuelta en mateo por toda la ciudad vieja donde te explican la historia colonial, no sin antes regatear. La Plaza de armas, la Guiraldilla, la antigua bolsa, la iglesia San Francisco de Asís, la casa del gobernador de la colonia, el ballet de La Habana, el Capitolio, el Museo de Bellas Artes, la casa de Martí, la casa de gobierno, el museo de la revolución, la vieja casa Baccardi y varias tabacaleras. El paseo dura entre 40 y 80 minutos. Es altamente recomendable, con ese paseo uno puede recorrer el centro de la ciudad, darle un vistazo y después retomar en los lugares donde más le gustaron.
Nosotros decidimos recorrer la Catedral e ir al Capitolio (la verdadera casa blanca, en La Habana te dirán por qué). El paseo por las calles es fluido, todos andan veloces. En rigor de la verdad, las calles de la ciudad vieja son callejuelas coloniales. Uno si viene con un esbozo de la historia colonial se somete a todo el pasado de la ciudad de La Habana. Recorre todo con un grado más de certeza y no tan a tientas. Al ir acercándose el mediodía, el calor del asfalto es terrible. Es necesario tomarse un mojito, no hay mejor refresco que ese. Bares para ellos hay muchos, pero son bastante caros. Nosotros acompañados por René, fuimos al centro cultural de la hermana de Fidel donde según cuentan Compay Segundo (miembro del Buena Vista Social Club) bebe a diario su mojito.
El mojito baja ostensiblemente el calor corporal de La Habana, pero sigue sin ser suficiente. Después de recorrer cuanto pudimos, decidimos regresar al hotel para refrescarnos. Además no quisiéramos contar más del recorrido por la ciudad, es algo totalmente personal. Hay que considerar que La Habana es la ciudad latinoamericana que alberga mayor cantidad de museos, pero la entrada a cada uno cuesta 5 CUC, es decir 25 pesos.
Al regresar al hotel de La Habana, pudimos descansar y reponer energías. Al otro día iríamos a la Plaza de la Revolución. Ese día nos quedamos descansando, disfrutando de la piscina y el calor, leyendo a la sombra de una palmera. La comida de cuba no es un manjar (salvo el fricasé de pollo). En los all inclusive de las cadenas hoteleras, la comida es internacional, en éste y en el de Varadero, es más tradicional de cuba. Es decir es rica, pero no van a comer hasta hartarse.
Para esquivarle al calor a la plaza de la Revolución fuimos a la media tarde, así después podíamos ir al cañonazo. El minibus del hotel no te lleva hasta la plaza de la revolución (está bastante lejos de la ciudad vieja), así que es necesario contratar otro bus que te lleve, que pasa por la entrada de la marina.
En la plaza de la Revolución, uno no queda sorprendido por esa imagen del Che en la secretaría de comunicación. Sino por el monumento a Martí. Realmente de todos los monumentos que hay sobre su figura (y hay cientos), este es el más imponente.
La plaza en si mismo no es un parque y si uno se saca la foto con la imagen de nuestro Che, no hay mucho más por hacer. En nuestro afán de conocer, decidimos tomar el camino más largo hacia el fuerte donde se hace el cañonazo. Bordeamos los edificios de las universidades, entre árboles increíbles y mucho verde, paseamos por varios monumentos y la avenida de los presidentes. Una avenida muy linda y cuidada, con una rambla en el medio por donde transitar. Al final del recorrido uno se toma con la Casa de las Américas (donde viene el famoso premio a los escritores) y el esplendoroso hotel presidente.
Ya sobre el malecón emprendimos el largo camino hacia el fuerte del cañonazo. La tradición cuenta que La Habana en la época colonial era un fuerte en el cual todas las noches a las ocho de la noche se cerraban las puertas de ingreso. Para ello se disparaba una bala de cañón, dando a entender a los barcos que velaban por entrar a la ciudad, que no lo podrían hacer hasta el día siguiente. La misma tradición se ve reflejada a diario, con un cambio de horario hoy se hace a las nueve. Sin embargo, para celebrarlo se realiza todo un acto donde los realizadores están ataviados de época.
Nuestro recorrido desde el monumento a Calixto García hasta llegar al Malecón, tardó alrededor de dos horas. Mientras caminábamos –esta vez sin la presión de la personas, podíamos ver como de a poco los habaneños se agolpaban sobre el malecón y todas las refacciones que se están realizando en la casas que se encuentran frente a ese corredor marítimo.
Una vez en la boca del puente subacuático (para ir al fuerte donde se da el cañonazo uno tiene que ir bajo el agua) contratamos un taxi que luego nos devolvió a la entrada. Por suerte llegamos antes de que se haga totalmente de noche a la ciudad. Eso nos permitió ir viendo como de a poco La Habana se iluminaba. Recostados sobre una de las paredes del fuerte, ir viendo como de a poco la ciudad se enciende fue el corolario para que me enamore profundamente de esta ciudad.
El cortejo y el cañonazo es un acto muy lindo, muy risueño. Es uno de los grandes atractivos de esta ciudad, no quiero explayarme más porque sería develar un secreto. Al volver, como no habíamos acordado nada con el bus del hotel, nadie nos esperaba. Tuvimos que subirnos a un taxi y pagar 10 CUC.
Sin lugar a dudas quisiera volver a la capital de Cuba, recorrer otra vez sus calles, poder ingresar a cuanto museo haya, tomar más mojitos y pasar más tiempo con la gente de La Habana.
Al llegar al hotel tuvimos que organizar las valijas, al otro día bien temprano iríamos en un avión militar, a cayo largo. Una isla cerca de la isla. Un paraíso.

1 comentario:

  1. Gracias Lautaro y Melisa por contar su historia de viaje, nosotras estamos por viajar y nos es de mucha utilidad.Saludos. Natty y Flor.

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